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A José Antonio Ortega, un hombre íntegro, con el más sincero agradecimiento por haber dedicado tanto esfuerzo a un proyecto por el que, si me lo permite, le rogaría que siga luchando…

y pida la palabra.

Por la manchega llanura
Se vuelve a ver la figura
De Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
Va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura
En horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
Y llévame a tu lugar;
Hazme un sitio en tu montura,
Caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado
De amargura
Y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
Caballero del honor,
Ponme a la grupa contigo.

(…)

¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
Al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
Los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!

¡Qué pena,
Que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!


León Felipe, Versos y oraciones de caminante, Madrid, 1920.

El sabor amargo de siempre persiste en apoderarse de nuestros sentidos.

En todo caso:

Bienvenido a la libertad

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Regeneración magenta

Ante nuestro I Congreso

Cerrada la campaña electoral, es el momento de afrontar un hito trascendental para el futuro de nuestro proyecto político: el próximo I Congreso de UPyD. Es, sin duda y en opinión de muchos, donde se va a decidir qué va a ser este partido; si se constituirá como uno más al uso o si, por el contrario, y en conformidad con su vocación primigenia, se configurará como la realización de otra forma de hacer política.

Estoy en el proyecto desde casi su inicio, cuando nadie pensaba que íbamos a llegar al Parlamento y cuando todavía éramos muy pocos, la mayoría novatos en política: aún no se había iniciado la llegada de compañeros (y, entre ellos, muchos ex-lo que sea, con una experiencia política previa, algo quizás bueno y malo a la vez) que propiciaría el éxito de las elecciones del 2008, por el que casi nadie apostaba. Desde mi incorporación, como tantos de nosotros, he dedicado todo el tiempo, dinero y esfuerzo que he podido, a este proyecto, que me ha devuelto a cambio una compensación muy importante: conocer a algunas personas formidables que están en política primordialmente por un deseo honrado y sincero de mejorar la vida ciudadana y combatir la extendida corrupción política.

Personalmente, y por mi aversión personal al ejercicio del poder, nunca pretendí ni acepté puesto en ninguna coordinadora, lo cual no es óbice para que aportara mi trabajo como si lo hubiera tenido. Acepté integrarme en nuestro Consejo Político nacional porque, equivocadamente, creí que sería un órgano elegido democráticamente por todos los afiliados y donde se discutiría abiertamente de política, un órgano no ejecutivo donde podría aportar y aprender. Y, sobre todo, acepté porque en Granada los representantes a dicho Consejo fuimos elegidos por votación democrática en asamblea oficial de afiliados, donde se votó una lista abierta en la que todo afiliado que quiso pudo figurar (y de hecho, sanamente, hubo más candidatos que puestos a cubrir, y todos, coordinador provincial incluido, se sometieron a votación secreta).

Sin embargo, y a pesar de que en Granada, en esos inicios, los que llevábamos el partido fuimos escrupulosos en garantizar su impecable desarrollo democrático, al crecer UPyD fue incurriendo en conductas que me han parecido inapropiadas, estándares en cualquiera de los otros partidos, pero no en el nuestro, que nació precisamente para combatirlas. Así, por ejemplo, se han impuesto mecanismos de funcionamiento no democráticos, también en los sitios donde se había logrado funcionar correctamente desde el principio y sin problema alguno; se ha llegado incluso a expedientar a algunos compañeros, con procedimientos en que no se han respetado sus derechos establecidos.

Por ello, tras el último Consejo Político del 28 de marzo, abandoné la militancia activa en el partido. Se me empujó a hacerlo, pues el haber votado a favor de las enmiendas al borrador de Reglamento oficial hizo que, fulminantemente, se me cesara en mis responsabilidades en el partido, ya que "se había perdido la confianza depositada en mí" . Y ello me confirmó que la libre crítica a la dirección, expresada en mi aportación de enmiendas al borrador oficial y mi voto favorable a ellas, como consejero político, está proscrita.

Algunos compañeros me han convencido para que, por lo menos hasta después del Congreso, no me dé de baja, pues ellos confían en que éste, soberano como debe ser, reconducirá la organización del partido y la hará democrática y eficaz.

Bien, aquí sigo. Para ese Congreso, votaré como delegados a los que apuesten por esa renovación, y los apoyaré activamente. Por eso, estoy colaborando con un grupo de compañeros que, conservando la esperanza, afrontan con energía el reto del próximo Congreso. Es un grupo transversal, en el que, afortunada y sanamente, las opiniones no son ni uniformes ni monolíticas, salvo en un objetivo común: la regeneración de UPyD, o Regeneración magenta, para conservarlo fiel a su Manifiesto Fundacional.

Podéis acceder a la web del grupo en la siguiente URL:

http://estanoeslawebdeupyd.blogspot.com
,

donde publicamos el "decálogo" o Declaración de Principios que nos impulsa.

Porque nos unimos a un UPyD que nació con ese Manifiesto Fundacional, al que debemos pues remitirnos todos, pero cuyo espíritu, en nuestra opinión, se está olvidando.

Esforcémonos, unidos, en preservarlo.

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Firma invitada

Artículo de Joaquín Cénit Palomares

¿POLÍTICA PARA “IDIOTES”? No, gracias

No resulta extraño escuchar en el lugar más recóndito de cualquier pueblo o ciudad, siempre que se tercia, manifestaciones en contra de la forma de hacer las cosas por parte de los políticos municipales, de nivel autonómico o nacional. También los hay que se pronuncian a favor, pero esos son los menos. Ocurre con todos los gobiernos. Lo habitual es que esas manifestaciones vayan acompañadas de sus correspondientes insultos y descalificaciones personales.

De no ser por esto último y en muchos casos, por la falta de un conocimiento real del problema, me parecería de lo más natural. Entre otras razones porque resulta muy difícil, por no decir imposible, imaginar una persona en sus cabales, que sea totalmente indiferente a lo que pasa a su alrededor. Que le dé igual si las calles o los caminos están en mejor o peor estado. Si el pueblo o la ciudad están limpios o se acumula la basura por doquier. Si funciona correctamente el transporte público. Si suben los impuestos. Si las obras públicas se eternizan. Si faltan plazas en las guarderías y… un largo etc. de índole autonómico y nacional.

Este deseo innato generalizado de querer intervenir en lo público, en aquello que nos afecta porque además es de todos, desde mi modesto entender, debería ser tenido en cuenta por nuestros representantes y, en estos tiempos de crisis, con mucha más razón. No me parece descabellado, sino todo lo contrario. Estoy absolutamente seguro de que escuchando las opiniones de muchos, a lo mejor se encontraba alguna solución para determinados asuntos. Siempre se ha dicho que ven más cuatro ojos que dos.

Conste que esto que estoy insinuando no es ningún invento mío, ni por supuesto nada disparatado. Desde hace más de 2.500 años ya se practicaba. Estoy hablando en concreto de la antigua Grecia. Con cierta regularidad y, sobre todo, cuando se presentaba algún problema colectivo, los hombres libres se reunían en la plaza pública (Ágora le llamaban ellos) y hablaban cuanto era necesario hasta que se encontraba una solución.

De aquella manera de hacer las cosas derivan algunas palabras, utilizadas de forma un tanto equívoca en la actualidad y por supuesto ignorando su origen. Una de ellas es la palabra “política”. La “polis” de los griegos era el equivalente a nuestra ciudad actual. A la preocupación por solucionar los problemas que se derivaban de vivir en la polis, se le conocía con el nombre de “política”. Esa noble actividad, que para algunos resulta en la actualidad poco recomendable, era de lo más natural en aquella época. En la búsqueda de soluciones a los problemas colectivos participaban la gran mayoría, por no decir todos los ciudadanos (políticos). Aparcando si era necesario los asuntos particulares. A los pocos que no intervenían se les conocía con el nombre de “idiotes”. En griego “idios” es lo propio, lo particular. Por tanto, aquellos que solo se preocupaban de lo particular recibían ese tratamiento, derivando con el paso del tiempo hacia el actual idiota.

También deriva del griego y de su manera de hacer política la palabra democracia. Grosso modo, “demo” en griego quiere decir “pueblo” y “cracia” equivale a gobierno. Por tanto democracia significa gobierno del pueblo. En la actualidad, a algunos se les llena la boca con esta palabra, pero en realidad no es el pueblo quien gobierna, lo hacen en su nombre los líderes de determinados partidos. Para ser exactos, a la nuestra habría que llamarle partitocracia.

Estas nociones semánticas, que sin lugar a dudas resultan muy elementales para el nivel de conocimiento actual, en la práctica se ejercitan en muy escasa medida. Por desgracia, para el común de los ciudadanos, la participación política se limita hoy en día, al momento puntual de elegir a los representantes cada cuatro años y con eso ya estamos despachados. A ese gesto mínimo de participación, hay quien le llama “fiesta de la democracia”. ¡Menudo paripé! La democracia debe ser bastante más y no se salda solo con votar o colocarse la etiqueta de demócrata.

Baste con un ejemplo: no hace mucho tiempo, sobre el papel, se decía que España era una democracia orgánica. Actualmente vivimos en una democracia parlamentaria. La “democracia” del primer ejemplo, o mejor dicho la dictadura, era lo que era. A pesar de existir un abismo entre una y la otra, la actual es manifiestamente mejorable. Es más, se hace precisa una profunda regeneración para semejarse a ese “gobierno del pueblo” que en teoría debe ser.

Sin ninguna duda, la verdadera democracia tiene que ser mucho más participativa y cuanto más directa, mejor. Pero para que esto sea posible se deben de cumplir una serie de requisitos. El mínimo necesario pasa porque los poderes públicos faciliten los cauces de participación a los ciudadanos.

De la misma manera que no es posible un elemental desarrollo económico, si los gobiernos no contribuyen con una buena infraestructura viaria; de igual forma, no se puede decir que vivamos en una verdadera democracia, si no existen vías de participación que se encarguen de recoger las opiniones e inquietudes de todos.

Soy consciente de lo incomprensible y difícil que esto puede resultar a la gran mayoría, acostumbrados como estamos desde siglos a entender la política como tarea de unos pocos. Por ese vicio de siglos, además de la regeneración a la que antes hacía alusión, se hace necesario un esfuerzo colectivo para dignificar la “política”, desprestigiada en parte por el comportamiento de algunos políticos profesionales. Conste que nadie está obligado a participar para mejorar lo público, faltaría más. Si se conforma con lo que hay, santas pascuas. Lo contradictorio del caso es que se hagan críticas y no se aporten soluciones, o no se encuentre la manera de que éstas lleguen a los representantes. Esa falta de vías para la participación regular de los ciudadanos, es una de las mayores carencias de nuestra democracia. Por tanto, debería ser uno de los primeros objetivos a conseguir por cualquier gobernante que se precie de demócrata, y por supuesto de todos aquellos que aspiran a ejercer como ciudadanos responsables. Lo contrario es condenarnos a vivir en la idiotez más profunda, en el sentido originario del término.

Este mensaje tiene unos destinatarios claros: nuestros actuales gobernantes y la ciudadanía en general. También vale, como no, para consumo interno. Si UPyD quiere ser una alternativa diferente, debemos fomentar la participación de todos, promoviendo y potenciando esas vías de partición a que antes se hacía alusión. Bajo ningún pretexto debemos consentir que, por comodidad ó por el desconocimiento de que esto debe ser así, las decisiones se tomen sin la máxima participación y los debidos controles, por parte de una minoría, por muy listos que resulten. No digo que esto se esté dando en la actualidad, yo al menos lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que si no ponemos todos los medios para que esto sea así desde el principio, estaremos contribuyendo por exceso o por defecto a que se produzca un nuevo fraude.

Joaquín Cénit Palomares

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¡Enhorabuena!

El magenta sigue lozano, e irrumpe ahora en el Parlamento europeo, donde estamos seguros de que nuestro magnífico candidato, Sosa Wagner, realizará un trabajo tan sólido, al menos, como el que nuestra portavoz, asesorada por su equipo, ha venido realizando en el Parlamento nacional. Desde aquí queremos felicitarle también por, contra los asesores de imagen al uso, haber sabido mantener su compostura y su discurso, sin incurrir en vocinglerías mitineras (y es que, hoy por hoy, a proscribir la demagogia le llaman ser soso). Por favor: si es su elección, ¡vuelva a ponerse su pajarita!.

Pero el mérito real está claro de quién es: de los sufridos militantes y simpatizantes que se han trabajado incansablemente la calle, logrando con el boca a boca lo que los medios de comunicación le niegan a UPyD... todavía. A todos ellos, desde la lejanía (voy a estar fuera de España por un tiempo): un fuerte abrazo y, por supuesto,

¡a disfrutarlo!