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De "Herejías", fotografías de Pedro Meyer


Nos lo advirtió Aristóteles: no deliberamos sobre los fines, sino sobre los medios que conducen a los fines, y elegimos lo que se ha decidido después de la deliberación. En UPyD casi todos tenemos claros nuestros fines, recogidos en el Manifiesto Fundacional, pero ha estallado un conflicto en torno a los medios que debemos aplicar para promover esos fines.

Algunos, muchos tal vez, y entre ellos la actual Dirección, conciben el Partido en la herencia del pensamiento leninista: como un partido instrumental, una herramienta férrea para conseguir esos fines comunes, subordinada a una intelligentsia que piensa por su militancia y la sustituye políticamente (Trotsky dixit). Recordemos como en “¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento” (Lenin, 1902), se proscribe la libertad de crítica, con unas palabras que cualquier inadvertido lector podría sin problemas atribuir a nuestros líderes, sobre todo tras el patético sermón con el que no hace mucho nos castigaba uno de ellos. Para no ser menos brindo este texto a tan ilustradas plumas, que además podrán hacer uso de él en bruto:

La "libertad de crítica" es, sin duda, la consigna actualmente más en boga, la que con más frecuencia se emplea en las discusiones (…). A primera vista, es difícil imaginarse algo más extraño que esas solemnes alusiones a la libertad de crítica hechas por una de las partes contendientes. "¡Aquí pasa algo!", se dirá toda persona ajena a la cuestión, que haya oído la consigna en boga, repetida en todas las encrucijadas, pero que no haya penetrado aún en el fondo de las discrepancias. (…) Todo aquel que no cierre deliberadamente los ojos tiene que ver por fuerza que la nueva tendencia "crítica", (…), no es sino una nueva variedad del oportunismo (…). "Dogmatismo", "doctrinarismo", "fosilización del Partido, castigo inevitable por la opresión violenta del pensamiento", éstos son los enemigos contra los cuales arremeten caballerescamente (…) los campeones de la "libertad de crítica". (…)Vemos, pues, que las frases sonoras contra la fosilización del pensamiento, etc. disimulan la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del pensamiento teórico. El ejemplo (…) ilustra con particular evidencia un fenómeno europeo general (…): la famosa libertad de crítica no implica la sustitución de una teoría por otra, sino la libertad de prescindir de toda teoría coherente y meditada, significa eclecticismo y falta de principios.

Sabido es cómo acabó la aventura, y qué calamidades trajo a la Humanidad el que un movimiento imprescindible de liberación acabara, en nombre de la eficacia y el dogma, renunciando a respetar la libertad y la disidencia, extirpándolas de raíz y consagrando el más absoluto culto a la personalidad.

Pero algunos hemos nacido irremediablemente herejes (vaya, que somos, aunque no estemos, hairéticos perdidos), quizás por maldición genética, o tal vez y ojalá fuera cierto , por elección personal razonada. Y es que la funesta manía de leer y razonar conduce sin duda al extravío. Afortunadamente, Savater nos ha recordado que “oportet et haéreses esse”, y que “a quien le incomodan las perplejidades porque turban su placidez sectaria, los herejes sólo le despiertan ansias inquisitoriales y exterminadoras; pero a los capaces de pensar por sí mismos, aunque guarden fidelidad a su familia ideológica, los herejes les ayudan a conocer mejor las razones, los límites y sobre todo las posibles alternativas razonables de su compromiso”. (¿Cómo? !Ah¡, que dicen que lo que ha querido decir es que nos quemen…lo dudo. Reivindico mi exégesis personal y, en todo caso, es oportuno recordar que los textos pertenecen a sus lectores).

Lejana la dictadura franquista, y pese a nuestra sólida reticencia a integrarnos en ningún bando una vez acabados aquellos funestos tiempos, algunos decidimos hace apenas dos años dar un paso adelante y sumarnos a un nuevo proyecto político que nos sedujo con su nacimiento, tal vez por la concurrencia de unas circunstancias nacionales que juzgamos graves. El proyecto prometía ser distinto, abordar una regeneración profunda, dar ejemplo de Partido radicalmente democrático y reunir en su seno un manojo de librepensadores y personas caracterizadas (aparentemente) por su honestidad y lucidez intelectual, a las que respetábamos profundamente por su trayectoria social.

Y ahora, ¿qué nos está pasando? El éxito nos ha inundado de manipuladores profesionales, iracundos vociferantes para los que todo crítico es un ambicioso que debe ser expulsado, tipos sin formación que están haciendo abandonar el proyecto a personas de la talla intelectual de M. Buesa y recreando aquello de que “el que se mueve no sale en la foto”. Y esto sucede en un Partido al que vinimos confiando en encontrar, junto a una dirección sólida e inteligente, el ágora de expresión más libre y lúcida de la sociedad española. No hay más que echar una ojeada a la portada de nuestra web nacional  antaño eficiente herramienta de comunicación y hoy callada ante los sucesos por los que todos se preguntan , reducida a álbum de fotografías de nuestros supremos líderes, colección de redirecciones a sus blogs y con algún que otro artículo que exhibe una indigencia intelectual que asusta; donde, por poner un ejemplo reciente, se arremete contra los críticos por ser ¡varones, maduros y feos (con “más años humanos (?) que Carracuca” y “en absoluto esclavos de su imagen”)! En fin, algunos siempre nos apuntaremos a las causas perdidas, así que, mientras me demuestren con luz y taquígrafos su perversidad, en un proceso justo, aplicaré la presunción de inocencia y me situaré a su lado, y no porque asuma sus propuestas, sino porque, ante todo, la mía es que ellos también son parte del proyecto, y tienen derecho a ser oídos y a plantearse como alternativa (y que les vote quien quiera).

Entre el poderoso y el débil, y mientras se dilucidan los conflictos, el que necesita apoyo es siempre el segundo. Me resultó insoportable su triste presencia el pasado sábado, arrojados a la calle, solos bajo el implacable sol, proscritos, dignos en su soledad más absoluta. No debimos ser más de tres los miembros del Consejo Político que, al percibir su presencia, osamos salir a saludarlos, a preguntarles qué estaba pasando, por qué no habían podido entrar al Consejo del que forman parte. ¡Pero si son compañeros!, ¿no se merecían siquiera una palabra cortés? Claro que algún esbirro vigilante permanecía atento a distancia, tomando cumplida cuenta de todo movimiento. ¿Y éste es el partido de los rebeldes, de los que habían venido a clamar contra la prepotencia usual en el resto de partidos políticos?

Me resulta insoportable la idea que algunos pregonan ya de que este proyecto comienza a configurarse como un partido más, similar a los grandes. Reaccionemos, por lo que nos unió: el propósito firme de regenerar la sociedad, de constituirnos en un partido distinto, de alumbrar otra forma de hacer política. Estoy convencida de que todavía estamos a tiempo, de que las heridas pueden curarse, de que el cúmulo de despropósitos que la soberbia de unos pocos está generando tiene vuelta atrás; de que arriba, donde se toman las decisiones, hay todavía personas sensatas que son conscientes de que en este proyecto los únicos que no caben son aquellos que no asuman nuestro Manifiesto Fundacional o contra los que se puedan demostrar corrupciones o delitos, con pruebas y en procesos donde se respeten absolutamente todos sus derechos; todo ello, por supuesto, con independencia de su grado de servilismo y culto al líder o, por el contrario, de su espíritu hereje e iconoclasta.

Y es que a los pobres herejes, siempre en minoría, ingenuos creyentes en los grandes y poco prácticos ideales, perdedores habituales, en las democracias basta con castigarnos en las urnas. Incluso, me permito sugerir, podemos lucir desde el ostracismo interno como ornamento democrático, tontos útiles que quizás no aplaudan pero dan cierto lustre. Simplemente, por ejemplo, para que las votaciones no acaben siendo todas por unanimidad, que es algo que, visto desde fuera, oiga, como que desluce bastante.

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