Consejera socialista del Gobierno vasco, puso una querella
a D. Antonio Mingote.
...Pues vengo y lo cuento:
Con fecha 30 de noviembre de 2009 he solicitado mi baja como afiliado del partido de Rosa Díez, también llamado (pero menos) UPyD. Termina así mi corta y única trayectoria como militante de un partido político en la democracia.
Me voy con la amargura de una constatación: como ciudadana, consiguieron engañarme otra vez políticos experimentados, y ello pese a su biografía, que los denunciaba clamorosamente como imbricados en la más sucia política al uso. ¡Ay!, Sr. Mingote, si no hubiéramos olvidado su triste experiencia de represaliado político por la consejera del gobierno vasco Dª Rosa Díez, en el más puro estilo totalitario, simplemente por ejercer su derecho a la libre expresión con aquel genial y sarcástico chiste sobre su (de la consejera) campaña nacionalista de ocultación de la realidad...
Y lo peor, lo que me hace comprender sin descalificación alguna a los militantes que sinceramente (cada vez menos) conservan todavía esperanzas en el proyecto: he tardado casi dos años en convencerme de la estafa, pese a que el miedo a la libertad individual -¿o quizás odio, por tratarse de un concepto burgués?- de algunos de los integrantes de la cúpula dirigente de UPyD ha quedado reiterada y públicamente demostrado en estos dos años. Es ilustrativo al respecto su pavor a la libre expresión de los afiliados; la proliferación de expedientes y ceses arbitrarios de los que han osado hacer pública cualquier crítica; la ocultación oficial de denuncias y pruebas cuando lo han sido en contra de los esbirros más sumisos; el acoso y derribo de cualquier iniciativa tendente a promover el debate abierto y mutuo conocimiento entre los miembros del partido; la promoción de un culto absolutamente rídiculo al líder; la soberbia y el constante uso del insulto de su ideólogo supremo, D. C. Martínez...
Hoy sé que el proyecto nació desde la hipocresía y el puro marketing políticos. Ante la deriva nacionalista y el escándalo moral de la negociación con los terroristas por parte del desgobierno zapateril (que no conversaciones para fijar su abandono de las armas, esto sí practicado por todos los gobiernos democráticos), se hizo evidente que había una necesidad, un extendido anhelo social por un partido diferente a los demás, que alzara su voz contra los desmanes que estaban rompiendo la igualdad entre los españoles; un nuevo grupo político comprometido con la Regeneración de la democracia y dispuesto a promoverla desde la radical coherencia interna.
Y ahí estaba Rosa Díez, socialista menor en un partido mayor y demagoga de pro (¡cómo chillaba en el Congreso, rediós que tanto histrionismo resultó insoportable!), dispuesta y decidida para recoger la bandera y ponerse al frente del impulso ciudadano. Y es que lo que no pudo tener en el PSOE (donde, por cierto, recibió un trato que ya hubieran querido para sí los autodenominados herejes de UPyD, pese a sus fuertes discrepancias con la dirección), el culto ciego como lideresa absoluta, lo obtendría por fin en algún sitio: en SU secta. Su demagogia ha sido tan convincente como para conseguir hacernos olvidar su biografía, plagada de significativos detalles ilustrativos de la firmeza de sus principios. Por ejemplo: 1994, querella contra Mingote; 1997, defensa firme del cupo y los privilegios económicos vascos; 1998, reticencia absoluta a, según propuesta de Nicolás Redondo Terreros, abandonar el Gobierno vasco -en el que fue consejera desde 1991 hasta 1997- por la deslealtad de los nacionalistas al oponerse, junto con Herri Batasuna, al acatamiento por los diputados de la Constitución; 1998, a favor de la negociación política con HB/ETA, contra la política penitenciaria del PP y hasta aceptación de un futuro gobierno con HB...
Precisemos en breve resumen. El partido de Rosa Díez, tras su reciente I Congreso (noviembre, 2009), ha consolidado la deriva respecto a su Manifiesto Fundacional, conformándose definitivamente como un partido político en el que:
1) Se abandona el concepto de España como Estado unitario, abogándose por un nuevo modelo federal (un modelo/bodrio adjetivado como "cooperativo de intensidad media"): España, en la más pura tradición socialista, como una federación de estados. Significativamente, en todo el Congreso no pudo verse una sola bandera nacional: se acabaron esas emocionadas intervenciones en que Rosa proclamaba su hondo sentimiento ante ella. Se rompe así con la Constitución de 1978; simultáneamente, se declara que la nación española carece de existencia previa a dicha Constitución: todo sea por ponerse en condiciones de poder colaborar con los nacionalismos y tocar poder (de nuevo).
2) Se acabó definitivamente con aquello de que UPyD aplicaría la democracia en su interior, tan útil para atraernos a los que hoy nos vamos, porque era una paradoja que "el sistema constitucional que los partidos están llamados a legislar y gobernar tiene exigencias democráticas que aquéllos no admiten en su seno". Se olvidó la certera crítica de que "las constituciones democráticas instituyen un sistema de contrapesos entre los distintos poderes que tiene la misión de frenar, compensar o corregir la tendencia a concentrar la decisión en un número muy reducido de personas, con el consiguiente incremento del abuso, la arbitrariedad y la corrupción. (...) Pues bien, nada de eso funciona o cuenta en los partidos políticos, donde los aparatos disfrutan de un poderío comparable al casi omnímodo de un concilio medieval: definen la doctrina y la herejía a erradicar, emiten anatemas e indulgencias y proclaman excomuniones irrevocables".
(Y es que no olvidamos las palabras con las que se nos engañó: ver ABC).
Pues bien, según los nuevos Estatutos aprobados en el Congreso, el Consejo de Dirección, nombrado exclusivamente y en su totalidad por la portavoz, Dª Rosa Díez, elegida por el 30% de los afiliados, es el poder supremo omnímodo que no será controlado por ningún otro órgano. Y es que, dice la ponencia política publicada en la web como "aprobada" en el I Congreso (cuya redacción, por cierto, difiere en varios artículos del texto que se repartió en la correspondiente Comisión y, teóricamente enmendado, se aprobó en la asamblea: ha sido reelaborada a fondo, con supresiones, modificaciones y adiciones no votadas, en flagrante desprecio del proceso congresual; total, qué más da, si este último fue una farsa completa), el partido "no pretende suplantar al sistema democrático anticipándolo en su estructura". Pero todo se comprende al reparar en que los redactores son los mismos que proclaman como ejemplo de democracia unas elecciones organizadas de forma que, por increíble que pueda resultar, entre otras lindezas, tres miembros de una de las dos candidaturas en liza forman parte de la correspondiente Comisión Electoral, y el censo está a disposición de sólo una de ellas.
3) Por supuesto, pedir transparencia en las cuentas y censo del partido es, válgame el cielo, una ofensa irreparable que será, en su caso, objeto de querella (pero qué amor por las querellas... siempre que, eso sí, sean a pagar con los fondos de todos, por supuesto).
No sigo. Ya no merecen la pena; votarles es sin duda cooperar con los nacionalistas en su firme avance hacia la secesión : ¿es que alguien puede creer que, en España, el federalismo lo sería mucho tiempo entre estados sin nación? Y no olvidemos la factura del desatino: ¿es que podemos pagar la creación de más burocracia y la multiplicación por 17 -sólo para empezar- de todavía más organismos?
Reafirmado su carácter puramente instrumental, el partido se apresta a participar del festín de nuestros impuestos; descartadas las voces críticas, se producen nuevas incorporaciones que sueñan con un maná de cargos públicos, a obtener, principalmente, en las próximas elecciones municipales.
Y quizás la ruina zapateril depare mejores resultados en inmediatos comicios, pero el partido probablemente fracasará a medio plazo, porque el oligopodio público hace mucho que está ocupado por expertos ordeñadores de la ubre, a la que han llegado antes y que no están dispuestos a compartir. Y a otro más, en todo igual a ellos pero que se autoproclama diferente, les será fácil aniquilarlo sin más que enfrentarlo a su incoherencia: su ascenso y consolidación sólo podrían haber sucedido desde un nuevo ethos, ése al que acaba de renunciar definitivamente. Claro que a la suprema líder ese medio plazo debe importarle más bien nada.
...Y si prosperara, ¿qué más nos da? ¿Acaso importa, cuando te expolian, entre cuántos se lo reparten?
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